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Las Ibáñez fue una miniserie dramática basada en la época de la independencia del Virreinato de Nueva Granada a principios del siglo XIX frente al imperio español. Narra los devaneos amorosos entre las hermanas Ibáñez y algunos de los próceres de la independencia de Colombia. Ya nadie lee Las Ibáñez, el libro que Jaime Duarte French (de Málaga, Santander) publicó en los años ochenta y que fue reeditado muchas veces. Es un ameno libro de historia de Colombia, escrito por quien fue el primer director de la Biblioteca Luis Ángel Arango desde 1958 hasta su retiro en 1983. En 1989 Caracol Televisión hizo una serie sobre Las Ibáñez en que la mezzosoprano Martha Senn interpretó el papel de Nicolasa Ibáñez. Nicolasa y Bernardina Ibáñez Arias, las dos beldades de Ocaña que pasaron a la historia por su belleza y su cercanía al poder, fueron muy allegadas a Bolívar y a Santander. Nicolasa, la mayor de las dos hermanas, fue amiga de Bolívar ya desde 1813 cuando el caraqueño pasó por Ocaña. Se casó con un chapetón, Antonio José Caro, pero en Bogotá vivieron separados y Santander estuvo prendado de ella. Santander vivía en una casa de propiedad de Nicolasa. Se decía que era su concubina. Nicolasa, según el historiador Horacio Rodríguez Plata, fue la causante de la creación de los partidos liberal y conservador, pues en su cumpleaños de 1835 fue a felicitarla el vicepresidente José Ignacio de Márquez, el cual la pretendió de amores, lo que produjo un ataque de celos de quien la cortejaba asiduamente, el presidente Francisco de Paula Santander, el cual, se dice, intentó defenestrar a Márquez. Jaime Duarte French anota sin embargo que la casa de Nicolasa no tenía segundo piso. La castidad de Santander, señala Duarte French, “fue un invento abusivo de sus incondicionales admiradores”. Bernardina Ibáñez fue objeto de requiebros de parte de Bolívar, que la llamaba la melindrosa. Un visitante extranjero que estuvo en Bogotá en 1822-23 la llamaba “un jolie femme et un belle femme”. Codazzi escribió que los dos hermanas eran “las amigas íntimas de Santander y de Bolívar”. Luego se casó con Florentino González, oriundo de El Socorro, y su nombre desapareció de la comidilla santafereña. Los archivos que probaban los amores entre Nicolasa y Santander y entre Bernardina y Bolívar fueron mutilados por descendientes de las ocañeras, afirma Jaime Duarte French: “Expurgaron los archivos, los públicos y los familiares, en procura de borrar de ellos, cuanto pudiese, en su concepto, mancillar el nombre de las controvertidas ascendientes”. Las Ibáñez dejaron descendientes muy conocidos en la historia de Colombia. Miguel Antonio Caro, el baluarte de los conservadores y de la religión católica, era nieto de Nicolasa, e hijo de José Eusebio Caro, fundador del partido conservador. Bernardina tuvo antes de casarse una hija natural con Miguel Saturnino Uribe, otro socorrano radicado en Bogotá, donde adquirió cuantiosa fortuna. Esa hija, Carmen Uribe, se casó con Carlos Michelsen, el cónsul danés en Bogotá, también rico comerciante. De ese matrimonio descienden los honrados Michelsen que en el siglo XIX fueron gerentes del Banco de Colombia y el menos honrado Jaime Michelsen Uribe, que en los años ochenta del siglo XX llevó el banco casi a la quiebra con sus delitos grancolombianos. Los Michelsen de Alfonso López Michelsen también descienden de Carmen Uribe: Bernardina Ibáñez fue la tatarabuela del presidente.

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